La Antepenúltima Verdad
Artículos y Ensayos

21.6.09

Concéntrica Ciencia Ficción

©2009, Ismael Flores Ruvalcaba |

Hay quienes afirman —para terror de algunos historiadores— que la historia es cíclica y puede ser entendida bajo la metáfora geométrica de una espiral. Tomémosla como cierta (aunque más tarde la desechemos) y situémonos en el Renacimiento.

A decir de Peter Burke, el Renacimiento más que una ruptura fenomenal, fue una continuidad de la Edad Media; que no fue ni tan oscura, ni tan "media". El hombre renacentista se imaginó harto diferente a sus parientes medievales; se pensaba superior, culto e irremediablemente moderno; tal y como nosotros ahora nos pensamos posmodernos, poniendo una distancia infranqueable con la modernidad e ignorando la gran y aterradora posibilidad de que presenciemos sólo la continuidad de este periodo.

Sin embargo, podemos mantener viva la sospecha de que este momento histórico que vivimos sea considerablemente distinto a los anteriores. El hombre del renacimiento —e, incluso, el moderno—, pensaba en la historia de manera lineal, como un continuo suceder de etapas donde la ignorancia desaparecería gradualmente con el paso del tiempo y la sociedad se iría perfeccionando por sí sola. Hoy en día podemos poner en tela de juicio este pensar con argumentos bastante elocuentes y desesperanzadores.

Qué tristeza haber alcanzado el año 2000 sin autos voladores, sin la panacea para todas las enfermedades y sin haber construido esas ciudades de metal pulido y tubos teletransportadores. El futuro, en la posmodernidad, no es más que un tiempo inmediato que comprende los meses entre el lanzamiento de un producto y su versión 2.0; qué sorpresa puede guardarnos el tomorrowland de Disney para nosotros que vivimos en el filo del tiempo.

Ya se ha dicho hasta la saciedad que vivimos una época de crisis y, por ende, de transición. Casi todos los "ismos" —con excepción de los fundamentalismos religiosos— nos parecen ya pecados de juventud. Las utopías, junto con la novela, la ciencia ficción y miles de cosas más, han sido declaradas muertas. Ese viejo sueño de la "tercera vía" ahora nos parece un cuento de hadas que, al crecer, olvidamos.

Pero tal vez sólo estemos siendo exagerados. Estas ganas de matar todo lo que nos liga a la modernidad —como en su tiempo los renacentistas quisieron hacerlo con la Edad Media— tal vez sólo sea una reacción pasajera. No creo que las utopías hayan muerto, creo que tan sólo se han complicado. Pensar el futuro ahora es difícil, sobre todo después de enfrentar las múltiples decepciones que trajo el fin de siglo.

La "Utopía" de Tomás Moro puede que en este momento nos parezca inocente y un poco aterradora, de la misma manera que "La República" de Platón nos puede parecer sumamente injusta, sobre todo tomando en cuenta que fuimos criados en esa quimera llamada democracia; la cual, al discipulo de Sócrates, lo llenaba de desconfianza.

Y qué es la Ciencia Ficción sino el género de las utopías; tan terribles como esperanzadoras. Supongo que soñar con el futuro en los años sesenta era mucho más fácil que imaginarlo ahora. Cohetes espaciales, la vida en otros planetas, los peligros de la genética y la presencia de robots que ponen en duda la unicidad de "lo humano" ya no nos convencen.

La vida en Marte, la inteligencia artificial y la genética son temas que perdieron su lustre al volverse inminentes y poco espectaculares. Qué aburrida ahora es la tal ovejita Dolly, cómo sirven de relleno en los noticieros las últimas noticias sobre la Base Espacial Internacional, o cuánto aburren a nuestros preparatorianos esos videos de Neil Armstrong caminando sobre la Luna. La Ciencia Ficción del pasado siglo ahora es nuestra realidad y, siendo honestos, no era tan emocionante como pensábamos.

Sin embargo, esas obras que invitaron a soñar a generaciones y que ahora se dejan como tareas tediosas en las escuelas, serán las bases firmes para la nueva Ciencia Ficción, esa que ya no sólo tendrá como protagonistas a los avances tecnológicos, sino que también seguirá abordando estas cuestiones sociales tan complicadas como la tolerancia religiosa, la inequidad de géneros, la aceptación de diversas formas de sexualidad o la tensión entre las naciones.

No creo que la Ciencia Ficción esté muerta, creo que tan sólo está en un periodo de inflexión, repensando sus temas, repensando sus estrategias y preparándonos las sorpresas que nos harán soñar en este convulsivo siglo XXI.

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