La Antepenúltima Verdad
Artículos y Ensayos

29.1.09

El consumo de la ficción (¿Morirá la novela?)

©2009, Efigenio Morales Castro |

Cuando en 1985 , Joseph Hodara publicó en la revista Ciencia y desarrollo el ensayo titulado ¿Habrá literatura en el siglo XXI?, se apresuró a decir que Esta pregunta se inscribe en el cuadro de especulaciones más o menos inteligentes que buscan aguzar la sensibilidad “por lo que vendrá” . Antes de explicar a lo que iba a llegar, el sociólogo escribió también lo siguiente:
Haré primero una distinción entre la literatura como acto de escribir y la literatura como acto de leer.
Esta distinción —que no es nada nuevo— la hizo con la finalidad de sacar esa preocupación clásica de los intelectuales: preveer aspectos del futuro. En este sentido, afirmó que La literatura como el acto de escribir sobrevivirá; más adelante dijo: Pero no soy optimista respecto a la literatura como lectura. El remate de su hipótesis lo hizo al declarar que Infortunadamente, advierto señales y tendencias, en particular en América Latina, que me llevan a afirmar con razonable puntería que la literatura como lectura se perderá en el próximo siglo.
Preocupación justa pero fuera de la realidad.
Es cierto que en América Latina se está atravesando por una situación difícil. Incluso, desde antes que el doctor Hodara publicara su ensayo, países centroamericanos habían pasado la prueba de la pólvora. Pero los escritores seguían escribiendo, publicando, algunos huyendo de los gobiernos militares, pero estaban al pie de la pluma para darles qué leer a sus lectores.
Por otro lado, veinte años atrás, se había dado la discusión sobre la desaparición de la novela como parte de la escritura de ficción. Esto lo explica Antonio de Undurraga en un ensayo titulado ¿Existe la novela como género literario? , y que forma parte del libro titulado "Autopsia de la novela". De esta manera lo dice el crítico literario:
En enero de 1964, en una reunión de escritores habida en Barlovento (un barrio inconcluso de La Habana, planeado para turistas que viajasen con yates propios), el comentarista uruguayo Angel Rama habló sobre la posible desaparición de la novela. Cabría preguntarse entonces ¿cuál es el arte básico del siglo actual? A las personas a las cuales se les hace la pregunta titubean y no hallan con facilidad la respuesta.
Esta tesis, sobre el fin de la novela, también había sido tratada antes de ese encuentro de escritores. No es nada nuevo. Como tampoco lo es lo que la gente llegara a responder qué es el cine: el arte básico del siglo pasado (hermanito del actual; incluso, muchos somos hijos del siglo XX), el sustituto.
Tampoco Hodara llegó a imaginar, que veintidós años después, en vez de discutir la desaparición de la novela como género literario, se llevara a cabo una encuesta sobre las mejores novelas mexicanas de los últimos treinta años, es decir, de 1977 a 2007, ocho años atrás de cuando publicó su ensayo. Por cierto, fue la revista Nexos quien se encargó de la encuesta, cosa que hizo con puro escritor con años de carrera en el oficio, pero originando, a fin de cuentas, discrepancias en el método y en la selección.
De lo más interesante en cuanto a contracorriente sobre lo elaborado por Nexos, está un trabajo de José Joaquín Blanco titulado "La novela mexicana en las décadas del entretenimiento puro".
Después de realizar un recorrido sobre la novela mexicana, J.J. Blanco manifiesta que tal vez a los encuestados les parecieron muy jóvenes algunos novelistas y por eso (da a entender), no los tomaron en cuenta. Pregunta en dónde está la empatía generacional viva y polémica de los lectores de hoy, de aquellos que siguen a las plumas que consideran bien en el quehacer literario. Hace una lista de escritores jóvenes y maduros, diciendo de esta manera, ¿dónde están sus lectores? La lista que presenta, la hizo por orden alfabético.
Es cierto que la lista que presentó Nexos no es la última palabra, pero entendamos que la escritura de provincia está enterrada, escondida, y tal vez olvidada. En este sentido, no preocupa la desaparición de la literatura como acto de lectura. No, como tampoco lo es si se habla de treinta mejores novelas, por lo tanto, treinta mejores escritores. No. Tampoco esto es materia de preocupación. La verdadera preocupación es el olvido en que está la literatura que no radica en el DF, llámese novela, poesía, cuento o ensayo literario.
Pero volviendo al asunto de la desaparición de la novela como acto de lectura, debe llevar implícito a la novela como acto de escribir. Pues, ¿si no existe la escritura, qué es lo que se va a leer?
La particularidad del trabajo de J.J. Blanco, en cuanto a la novela mexicana, es esencial para entender al mismo tiempo el desarrollo universal de la novela, hasta qué punto puede caer derrotada y si es posible su desaparición. Pero, ¿de qué manera se puede hablar sobre su desaparición?
Fuera de los datos que Antonio de Undurraga da sobre las opiniones en torno a la desaparición de la novela, las suyas, en particular, no fueron nada alentadoras. Al contrario. Cuando escribió sobre los novelistas, su pluma encontró huecos en la literatura universal. Dostoyevski, Joyce y algunos otros de relevancia mundial, le parecieron mediocres. Por lo tanto, dio a entender que a pesar de tantos volúmenes escritos, no existía la novela como género. Al hablar sobre la novela mexicana, en 1966 escribió lo siguiente:
“Opina también Visión que según Carlos Fuentes, Pedro Páramo, de Juan Rulfo, es la mejor novela que se ha escrito en México. Nosotros sólo decimos que México no es patria de novelistas y que pocas veces hemos visto un fiasco mayor que la pretendida “novela” de Rulfo”.
Fracaso, desengaño e incluso hundimiento, es lo que nos dio a entender ese analista egocéntrico. Porque para él, en última instancia, nada tiene estructura de novela.
Entender que la novela es casa de una parte de la vida, en donde se amamantan personas y no símbolos y éstas realizan su andar, es decir, su historia, con las particularidades y existencia de cada uno de los personajes, es estar en la estructura del género.
Forster escribió que Todos estamos de acuerdo en que el aspecto fundamental de una novela es que cuenta una historia... Para argumentar más adelante que ...el hilo conductor de una novela ha de ser una historia. Pero la historia como suceso temporal, en el sentido de ver las particularidades de cada uno de los personajes, donde el lenguaje pueda tener la capacidad de recrear al lector. En este sentido, ¿Pedro Páramo es o no una historia?
Para ser una historia, debe existir vida en ese mundo retratado por el novelista. Por algo Henry James escribió que La única razón de ser de la novela es que pretende representar vida. Pero con estructura, con el uso temporal y de espacio de cada uno de los novelistas con el estilo particular que los caracteriza. Por eso, es necesario hurgar los caminos que puede seguir la novela para su posible desaparición.
Sabemos que la novela cuenta con sus personajes, ya sea el o los protagonistas, los secundarios y los incidentales; y también tienen sus voces narradoras. En este sentido, su función como obra de comunicación es un tanto especial. En la novela es el cómo, no el qué. Por eso, cuando Antonio de Undurraga manifiesta que La experiencia nos demuestra que la novela al uso es similar al periodismo, a la escritura periodística, podemos pensar que ese puede ser uno de los caminos para discutir su desaparición. Dije discutir, no aceptar. Sin embargo, el concepto periodismo es general, porque dentro de él se encuentra la nota informativa, la crónica, el artículo de fondo, el reportaje etc.; en la novela no, pues como obra literaria mantiene su estructura definida, independientemente por dónde quiera inicar el novelista: inicio-nudo-desenlace, nudo-desenlace-inicio, desenlace-nudo-inicio, nudo inicial. Por eso Oscar Tacca tuvo razón cuando afirmó que La novela, más que un modo de ver, es un modo de contar. Así de sencillo y así de complejo al mismo tiempo.
El pensamiento de Undurraga, hasta cierto punto, es un puñal en contra de la novela. Con esa opinión, fácil la mató en su manera de ver el desarrollo novelístico.
No entender la dialéctica de la novela es no comprender su desarrollo histórico de acuerdo al periodo que le toca vivir. Porque en cada momento temporal, es distinto el universo de la historia y el universo del lenguaje, como un todo, como el desarrollo mismo de la novela.
A muchos escritores les preocupa el destino de la novela, incluso algunos dicen ver su muerte, pero no en el sentido de desaparición como género, sino como una guerra que le declara todo el sistema político-económico imperante. Es interesante la opinión del novelista Milan Kundera en torno a este fenómeno social-literario. Él escribió lo siguiente:
Se habla mucho y desde hace tiempo del fin de la novela: fundamentalmente los futuristas, los surrealistas, casi todas las vanguardias. Veían desaparecer la novela en el camino del progreso, en beneficio de un porvenir radicalmente nuevo, en beneficio de un arte que no se asemejaría a nada de lo que ya existía. La novela sería enterrada en nombre de la justicia histórica, al igual que la miseria, las clases dominantes, los viejos modelos de coches y los sombreros de copa.
Más adelante afirma:
Pero no quiero profetizar sobre los futuros derroteros de la novela, de los que nada sé; quiero decir únicamente: si la novela llega a desaparecer, no es porque esté completamente agotada sino porque se encuentra en un mundo que ya no es el suyo.
En esto, Kundera tuvo y tiene razón.
La novela, en su tránsito por el camino permanentemente espinoso que le tocó atravesar, ha tenido que cambiar de piel de una manera camaleónica para poder adaptarse y sobrevivir. Siempre ha sido así desde que fue parida. Lo que sucede en la actualidad, es que algunos escritores han perdido el encanto por la vida, otros se desesperan al ver que los hechos sociales han rebasado a la ficción como manera de mostrar al mundo. En este sentido, el novelista tiene que buscar nuevas alternativas o formas o estructuras, o como se le quiera llamar a esa escritura que, en el fondo, es la novela.
Desde los años sesenta, esta preocupación comenzó a darse en los Estados Unidos de Norteamérica. La fusión del llamado periodismo objetivo y la ficción dio lugar a lo que Truman Capote denominó La novela de no ficción. Esto no es nada extraño. El desarrollo del capitalismo en grandes monopolios, el alto grado de desigualdad social, pusieron a los escritores entre la espada y la pared. Sin embargo, esta nueva forma de narrativa tiene razones importantes de existir. En primer lugar, porque se rompe con la forma del periodismo tradicional, ya no se redacta de manera superflua, sino que se le da un ingrediente estético-redaccional; en segundo lugar, la novela de no ficción logra que el escritor vea su realidad en cuanto a su relación con la sociedad en que se desarrolla; dicha relación se da en torno a la producción de su arte; por último, las formas documentales sobre la ficción hacen que el novelista piense en torno al papel de la literatura, su misión y su trayectoria. Esto es muy diferente a como lo entendió Antonio de Undurraga.
Pero, qué es lo que puede morir, ¿la forma o el contenido de la novela?
Nada. Porque la novela es un camaleón hecho de letras, cambia pero no desaparece. Bien sabemos que desde el siglo dieciocho se habla de la muerte de la forma que tiene la novela. Atención a ésto: su forma, no la novela en sí. Incluso, en este siglo tiene dos rivales importantes que llaman la atención de los hombres: el cine y la televisión.
Puede ser que algunos piensen que, debido al gran consumo de la televisión (más que el cine), los lectores olviden poco a poco a la novela. Nada de eso, porque la palabra escrita también tiene una aliada: otra palabra escrita por medio de internet.
Esto es alentador, porque intelectuales como Marshall McLuhan, dijeron años atrás, que con la llegada de la televisión, la educación del hombre pasaba de los ojos al oído. La realidad nos dice que no ha sido así.
Por eso, las ideas de Undurraga y de Joseph Hodara en torno a la novela, no ayudan en nada. Son opiniones de letra muerta. La novela seguirá existiendo por una razón: porque debe seguir narrando al mundo de la vida. Independientemente de la forma que vaya tomando, la esencia debe ser la de la vida con su realidad.
Años atrás, cuando don Marcelino Menéndez y Pelayo redactó la introducción de sus Orígenes de la novela, escribió que:
La Celestina, obra esencialmente dramática, pero escrita para la lectura y no para la representación, no podía faltar en un cuadro de la novela, en cuyos progresos influyó de modo tan decisivo, y a la cual transmitió el poderoso instrumento de la observación realista y el arte insuperable del diálogo.
Y ésto seguirá en el transcurso de la historia de la novela.
A pesar de la diferencia de años, la observación y los diálogos siempre estarán en la redacción de la novela. No importa la forma,pero a fin de cuentas, es la esencia lo que seguirá importando. Por lo tanto, la novela seguirá viviendo sin importar la forma que adopte, con tal de seguir agradando a los lectores.

No hay comentarios:

sobre el material aquí publicado

La Langosta Se Ha Posteado. Literatura Sin Límites, es un proyecto literario en línea que aunque reconoce los usos y abusos de los internetnautas, aboga por dar y respaldar el derecho de autor.
En otras palabras, los textos que aparecen en estas pantallas dedicadas a la narrativa, son por cortesía, buena ondés de sus autores, lo cual no implica la renuncia a sus derechos de autor.
En otras palabras, los textos aquí publicados no son de dominio público, por eso, al lado del autor siempre aparece el símbolo de Copyright. No son freeware que puedas usar a tu antojo.
Si te interesa publicar algún trabajo en tu propia revista, requieres permiso expreso de sus autores.
La Langosta Se Ha Posteado, en este sentido, funge como mero órgano divulgativo y su criterio selectivo implica una particular perspectiva langostera. Por ende, el compendio mismo de los textos aquí mostrados, está sujeto a Copyright, en otras palabras, no puedes reproducir el volumen de lo aquí aparecido adjudicándote la labor de compilador.
Nada aquí, se publica por resignación.