©2002, Steven Shaviro |
©2009, Ana Delia Carrillo, por la traducción |
El desastre arruina todo,
al tiempo que deja todo intacto.
--Maurice Blanchot
al tiempo que deja todo intacto.
--Maurice Blanchot
1. "El crimen perfecto," escribe Baudrillard, "es aquel de una realización incondicional del mundo por la actualización de toda la información, la transformación de todos nuestros actos y todos los eventos en información pura; en corto, la solución final, la resolución del mundo anticipado a su época por la clonación de la realidad y la exterminación de lo real por su doble" (25). En algún punto, la realidad "implota sin dejar rastros, ni siquiera la señal de su final. Pues el cuerpo de lo real jamás fue recuperado. En el sudario de lo virtual, el cuerpo de lo real es para siempre inencontrable" (46).
2. ¿Y si Baudrillard tuviera razón? ¿Qué significaría tomarlo en su mundo y aceptar el reto? En efecto, ¿y si el crimen perfecto ya ha sido cometido? ¿Y si la virtualización e información del mundo no sólo ya ha ocurrido, sino incluso borrado su rastro, la evidencia de que alguna vez pasó? ¿Cuáles serían las consecuencias, y acaso lo sabríamos alguna vez?
3. Algunas definiciones. Para Baudrillard, el asesinato de lo real no es una pérdida de la realidad, no es una caída en la ilusión. Es más bien lo contrario: la exterminación de la ilusión, la actualización absoluta de todo, gracias a "la retroalimentación incesante de toda información a todos los puntos del globo" (53). El asesinato de lo real significa que todo en este mundo ha sido medido, cuantificado e informatizado. No hay más otredad, porque todo ha sido homogeneizado, reducido a uniformidad, negociado a cambio de una medida común o equivalencia universal. No hay más misterio, y no más incertidumbre, sólo una cegadora transparencia universal. No hay pasado ni futuro, sólo un eterno Ahora, en el cual todos los tiempos están presentes al mismo tiempo. No hay más espera, no más anticipación, no más sentido de duración, pues ahora todo se revela de inmediato, en "tiempo real." Eso es lo que significa haber asesinado lo real.
4. ¿Por qué el asesinato de lo real es un crimen perfecto? Esto se desprende de la verdadera naturaleza del acto. "En el inflexible registro de la desaparición de lo real," escribe Baudrillard, "no ha sido posible sujetar tanto a los motivos como a los perpetradores, y el cuerpo de lo real por sí mismo jamás ha sido hallado... no hay ni asesino ni víctima." Cada evento real deja rastros a su paso. Estos rastros son, en sí mismos, perfectamente reales; son las señales materiales, y la garantía, de que el evento ha realmente ocurrido. El acto de asesinar, por ejemplo, deja un cuerpo. La persona de la víctima está ausente, pero el cuerpo está elocuentemente presente. Si el cuerpo de lo real fuera alguna vez encontrado, por consiguiente, su sola existencia significaría que lo real no estaba muerto después de todo. Al contrario, el asesinato de lo real es un crimen perfecto -de hecho, el único crimen perfecto- porque, al abolir lo real por completo, también se deja sin vigor cualquier señal mundana que pudo haber quedado atrás. El asesinato de lo real no ocurre, pues borra, en retrospectiva, el hecho de que alguna vez sucedió.
5. Descrito de esta manera, el "asesinato de lo real" suena a un escenario de novela o película de ciencia ficción. Piense en todas aquellas novelas de Philip K. Dick, en donde el protagonista descubre que todo lo que ha tomado como real es, de hecho, una simulación (Tiempo Desarticulado, La Penúltima Verdad), en donde la supuesta realidad detrás de esta simulación resulta ser, a su vez, otra simulación (Laberinto de Muerte, Ubik), y en la que el protagonista es, por lo tanto, obligado a buscar señales, no de la presencia de una realidad más elevada o vital, sino de su ausencia (Valis). O piense en la película de 1956, La Invasión de los Usurpadores de Cuerpos, en donde la gente de un pequeño pueblo es remplazada por sus dobles, que son copia fiel, y que actúan igual que ellos, excepto que carecen de pasión y deseo. O piense incluso en Matrix y sus secuelas, a pesar del hecho que Baudrillard ha desaprobado estas películas por supuestamente haber desvirtuado sus pensamientos.
6. En una entrevista reciente, Baudrillard dice que lo que está equivocado con Matrix es que "el nuevo problema planteado por la simulación es confundido con el muy clásico problema de la ilusión, ya encontrado en Platón. Aquí hay un verdadero malentendido." El mundo de la simulación, del crimen perfecto, no es el mundo ilusorio de la Cueva de Platón. Es más bien un mundo en donde la alegoría de Platón ya no tiene ningún sentido, porque este mundo ya no nos ofrece ninguna base donde hacer una distinción entre las ilusiones de la Cueva y las verdades del mundo real fuera de la Cueva. Es por esto que el asesinato de lo real continúa con la exterminación de la ilusión. Vivimos en una situación en donde, como lo planteara Nietzsche: "Hemos abolido el mundo real: ¿qué mundo nos queda? ¿el mundo aparente, tal vez?... ¡Pero no! ¡con el mundo real hemos también abolido el mundo aparente! " Si bien Nietzsche celebra esta situación como el "cenit de la humanidad," Baudrillard lo ve con implacable horror. La pregunta que quiero hacer es: ¿por qué?
7. Baudrillard explica su problema con Matrix, y con la modernidad y la posmodernidad en general, de este modo: "el mundo visto como una ilusión radical es un problema que ha sido planteado a todas las grandes culturas, y que ha sido resuelto a través del arte y el simbolismo." (Tenemos el arte, como Nietzsche dijo, por temor a la pérdida de la verdad). Pero en contraste a todas las culturas previas, Baudrillard afirma, "lo que nosotros hemos inventado para soportar este dolor es una realidad simulada, un universo virtual purificado de todo aquello peligroso o negativo, y que de ahora en adelante suplanta lo real, por lo que es la solución final." En lugar de "arte y simbolismo," tenemos la industria de la cultura, con su implacable alegría, y su maquinaria de publicidad y engaño. En lugar de poetas y chamanes, tenemos a los ingenieros de imagen (imagineers) de la Corporación Disney. En lugar de riesgo y peligro, tenemos sexo seguro y lugares de seguridad infantil y zonas de no fumar. Y en lugar de poesía épica, o tragedias, o la novela realista, tenemos... ¿ciencia ficción?
8. La referencia a la ciencia ficción es apropiada, porque la situación que Baudrillard describe -la "transfiguración tecnológica del mundo, su final acelerado, su resolución inmediata... ha disparado el código para la desaparición automática del mundo agotando todas sus posibilidades" (25-26)- es precisamente de lo que la ciencia ficción se trata. O mejor aún, esta situación es lo que la ciencia ficción es. Una manera de describir la ciencia ficción es decir que no solamente imagina el cambio tecnológico rápido, radical, sino que naturaliza este cambio, haciendo de lo fantástico un lugar común, de lo mágico algo rutinario, y de lo ajeno algo familiar. Pero esto es precisamente lo que nuestra tecnología biológica e informática está haciendo, mientras borran diferencias tradicionales, y actualizan posibilidades extremas. Como lo plantea Donna Haraway, "la frontera entre ciencia ficción y realidad social es una ilusión óptica." Los resultados son de inmediato fantásticos y banales. Fantásticos porque, como lo postula Arthur C. Clarke, "cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia." Pero incluso banal, porque es sólo por nosotros que estas tecnologías son extrañas y radicales. Como lo escribe Bruce Sterling, "la condición posthumana es banal. Es sorprendente, y escatológica y ontológica, pero sólo por los estándares humanos... Por los nuevos estándares post-singulares, los posthumanos están tan aburridos y frustrados como los humanos alguna vez estuvieron."
9. A Baudrillard podrá disgustarle Matrix, pero recurre a la ciencia ficción de cualquier modo para poder explicar el asesinato de lo real. Cita el clásico cuento de Arthur C. Clarke, "Los Nueve Mil Millones de Nombres de Dios", como una alegoría del crimen perfecto. El cuento es acerca de un grupo de monjes budistas cuya ancestral tarea es "compilar una lista que contenga todos los posibles nombres de Dios." Una vez que los nombres han sido escritos, según su creencia, la existencia llegará a su fin: "El propósito de Dios será alcanzado. La raza humana habrá cumplido con aquello para lo que fue creada, y no habrá motivo alguno para pelear." Los monjes contratan una computadora para automatizar el proceso. (El cuento fue publicado por primera vez en 1953, en la época de las centrales de cómputo, mucho antes de que se inventaran las computadoras personales). Y en efecto, tan pronto como se imprime el nombre final de Dios, el universo empieza a desaparecer. Baudrillard resume el cuento, "la historia del mundo es completada en tiempo real por el trabajo de la tecnología virtual" (25).
10. Baudrillard toma "Los Nueve Mil Millones de Nombres de Dios" como una alegoría del asesinato de lo real. Pero esto está lejos de una lectura obvia. El cuento de Clarke es más plausiblemente entendible como una afirmación de lo que Baudrillard mismo llama "la incesante revolución del mundo, la irónica trayectoria de partículas y la caótica turbulencia de los sistemas naturales" (10). Pues la computadora en el cuento no logra nada por su cuenta, simplemente apresura el proceso que de cualquier modo ocurriría. "Paciente, inexorablemente, la computadora ha ido reacomodando letras en todas sus posibles combinaciones, agotando cada clase antes de pasar al siguiente." Pero este monótono cómputo es irónicamente enganchado al blanco que sus programas (y, de hecho, sus programadores) no pueden comprender. Pues los monjes presionan la computadora al servicio de lo que Baudrillard bien puede llamar el destino objetivo del universo, independiente de la intervención humana. Al tiempo que el lama principal le dice al ingeniero en determinado punto, que lo que está en juego es este cómputo es "nada tan trivial como" el sólo fin del mundo humano. El cuento contrasta la estrechez de mente de los monjes que comisionan su uso. Los ingenieros son esclavos de una razón instrumental; prefieren anuncios televisivos a la meditación, y no están agresivamente "impresionados" por la "vertiginosa" vista desde la montaña frente a ellos. Los monjes, por otro lado, no están lo más mínimamente interesados en la "realización del mundo," su "transformación... hacia información pura." Más bien, están atentos a lo que Baudrillard llama "la astucia del mundo" (19), o la "ironía en todos los procesos extremos" (70). Los monjes saben, tal como Baudrillard, que finalmente no hay nada como algo, y que "no debemos sumar nada a la nada del mundo, ya que somos parte de él. Pero tampoco debemos sumar nada a su significado, pues no tiene ninguno" (10). El cuento de Clarke celebra el poder de la ilusión, el poder del vacío; y sugiere que -a pesar de sus propias pretensiones- la tecnología digital y virtual no pueden hacer nada mas que favorecer este poder ilusorio.
11. Mi punto en todo esto es no sutilizar sobre lecturas cerradas del cuento de Clarke. Quiero sugerir, más bien, que el Maniqueísmo de Baudrillard, su demonización de la tecnología digital, es profundamente problemática, desde el punto de vista de sus propios metafísicos. Y él mismo es consciente de esto, por lo menos en algún punto. Más allá de su visión de "la exterminación de toda la ilusión del mundo por la tecnología y lo virtual," Baudrillard ofrece una "hipótesis" contraria: "un destino irónico de toda la ciencia y todo el conocimiento en que el mundo -y la ilusión del mundo- sobrevivirá" (74). Tal vez el crimen perfecto está inevitablemente "destinado a fallar" (151); "tal vez una ilusión indestructible nos espera al final del proceso" (62). aunque la ciencia siempre ha tratado de "(mantener) el destino y la muerte en puerto," forzando objetividad material en (el mundo)," ahora "es el destino quien está surgiendo hacia nosotros a través de las pantallas de la ciencia" (42). "No podemos lograr" el crimen perfecto, "porque dejamos rastros por todos lados -virus, lapsos, gérmenes y catástrofes- señales de imperfección" (40). Así que la virtualización del mundo podrá por sí mismo ser "una treta del mundo," de modo que, a pesar de sí mismo, la "racionalidad y la perfección" de la tecnología posmoderna "está meramente implementando el irracional decreto (del mundo)" (19). Y de nuevo: ¿es la tecnología la alternativa letal de la ilusión del mundo, o es simplemente un avatar gigante de la misma ilusión básica, su sutil giro final, la última hipóstasis?" (5). En pasajes como estos, Baudrillard se acerca a la ironía cósmica budista del cuento de Clarke.
12. Por otro lado, cuando Baudrillard escribe acerca de computadoras, realidad virtual, e inteligencia artificial, esta ironía parece abandonarlo por completo. Lo que dice acerca de computadoras, en particular, es tan caricaturesco que estoy tentado a dudar si él ha usado una, alguna vez. ¿Cómo hemos de responder de otro modo que con exasperación, cuando asegura, por ejemplo, que "los chips de computadoras han dejado atrás cualquier posible uso que pueda hacerse de ellos, y están llevando al sistema hacia aplicaciones dementes" (49)? ¿O cuando ridiculiza "hiper-cerebros pegados a sus computadoras, quienes, aunque todavía considerablemente sub-usado, se disminuyen a sí mismos aun más al tener una función de máquina en su utilidad" (48-49). ¿O cuando arguye que, si el reino completo de transformación de información llegara a su fin, "el sistema completo del pensamiento estaría alineado al sistema de la máquina. El pensamiento terminaría pensando sólo lo que la máquina puede soportar y procesar, o pensaría solamente cuando la máquina lo solicite" (32)? ¿O cuando denuncia "la promiscuidad de todas las señales y todos los valores," añadiendo que "la transmisión y desfile, alrededor del mundo, de todo y nada acerca de las cadenas es pornografía" (Paroxismo 12-13)? Todo esto suena más bien como Allan Bloom en esteroides, lamentándose de la decadencia de un mundo que ha abandonado los ideales clásicos de mesura y racionalidad.
13. De hecho, las objeciones de Baudrillard sobre tecnologías digitales no son nuevas. Ya se habían postulado cuando la escritura fue inventada, y luego cuando los tipos movibles y la prensa para imprenta fueron inventados, y más aun cuando el telégrafo fue inventado, y el teléfono, y el radio y la televisión. En efecto, imagino que, cuando el lenguaje vino a ser, y nuestros ancestros empezaron a convertirse verdaderamente en humanos, entre las primeras oraciones que alguien pronunciara hubo quejas de que el lenguaje estaba desnaturalizando al pensamiento, que perniciosamente sustituía fórmulas estereotípicas sobre ideas actuales, que exponía promiscuamente las vidas mentales privadas de todos, al mundo, que el poder del lenguaje excedía por mucho cualquier uso que podría tener, y que nuestras ideas, por lo tanto, estarían constreñidas por el sistema del lenguaje, de modo que terminásemos pensando solamente lo que el lenguaje puede soportar y procesar, o que pensáramos sólo cuando el lenguaje lo solicitara. Y, por supuesto, todas estas objeciones son más o menos correctas; Nietzsche no fue el único que observó cómo nuestras mentes son rehenes en "la prisión del lenguaje." Pero esto no es todo lo que se puede decir del lenguaje. Y Baudrillard está muy lejos de la meta cuando se imagina que náuseas como estas son de algún modo únicas a la era digital, o que simulaciones virtuales, procesamiento de palabras, e imágenes digitales exterminarían a lo real aun más de lo que el lenguaje, la escritura, el alfabeto, la imprenta y la transmisión han hecho.
14. Está diciendo, creo yo, que en el mismo aliento en el que Baudrillard denuncia las nuevas tecnologías digitales y virtuales por ser inútiles, también dice que el problema real con esto es que no son lo suficientemente inútiles, pues están tratando de suprimir juego y gasto: "todos los márgenes, zonas libres, están siendo borradas. Ya no hay reservas de inutilidad, éstas están amenazadas con explotación intensiva. La insignificancia está bajo amenaza por un exceso de significado... La muerte misma está bajo amenaza de muerte..." (49). En lugar de buscar cómo estas tecnologías digitales realmente funcionan, y (de igual importancia) dejan de funcionar [1], Baudrillard basa su crítica en la más extrema superchería de los más ingenuos y entusiastas autores de estas tecnologías. No se equivoca al sospechar de la utopía de la comunicación total, y del empuje a reducir todo en el mundo a la forma de información digital. Pero se equivoca al tomar en serio a gente como Bill Gates, con sus fantasías de "negocio@la rapidez del pensamiento," o Ray Kurzweil, con su visión de un mundo en donde descargamos nuestras mentes, y abandonamos nuestros cuerpos, para convertirnos en empresarios celestiales. Para Kurzweil todo es conversaciones frívolas, y Gates aún no puede entregar un sistema operativo que no necesite ser reiniciado por lo menos una vez al día. Si Baudrillard pasara un poco más de tiempo con computadoras actuales, descubriría que cada programa se cae tarde o temprano, que los intervalos de tiempo y servicio caducos son una parte importante de la experiencia en línea, y que aun más recursos computacionales son empleados en obsesiones extrañas, búsquedas futiles, y pasiones inútiles, en lugar de estar dedicados a acumular información y generar modelos de simulación.
[1] Baudrillard escribe, en algún momento, de la "buena suerte" de la caída de una computadora: "qué descanso ver veinte páginas que han sido guardadas en la memoria, ser borradas de un plumazo, por el capricho de la computadora." Pero esto sirve sólo para mostrar cómo es todo "una ecuación tecnológica de suma-cero" (41); Baudrillard no tiene idea de qué tan cargadas de afectividad están las relaciones con nuestras computadoras.
15. Baudrillard se asusta por la sobrecarga de información, por la absoluta plétora de palabras e imágenes continuamente fluyendo a través de los medios y en la Red: "la amenaza info-tecnológica es la amenaza de una erradicación de la noche, de una inapreciable diferencia entre noche y día, por la total iluminación de todos los momentos... Un tormento equivalente a ese de eterna luz de día -un tipo de epilepsia de presencia, epilepsia de identidad. Autismo, locura" (53). Estas son las hermosas, incisivas palabras; pero ¿qué presagian exactamente? La locura del día es tan espléndida, excesiva y misteriosa como el abismo de la noche. ¿Por qué Baudrillard ama una y excoria la otra? Como un campeón de la noche, escribe sobre la imperfección, el error y la desproporción. La noche engendra monstruos; contiene el principio del Mal. Es el reino de lo negativo, la matriz de cada ilusión. La noche es la part maudite de Georges Bataille, la parte maldita, el gasto que atormenta cada economía, y niega su conclusión. Cuando escribe sobre la noche, Baudrillard es un economista general Batailleano; y también sea dicho, un poeta. Pero cuando escribe sobre el día, es extrañamente transformado en un moralista clásico, denunciando los excesos de la sinrazón, deplorando la contagiosidad de las imágenes, y disputando los poderes de lo falso. Súbitamente se encuentra a sí mismo del lado de la restricción, la propiedad, y la mesura. Se convierte en un fóbico de los riesgos de contaminación por los febriles y derrochadores excesos de la luz. Baudrillard es incapaz de discernir el delirio del gasto improductivo que subtiende esta hipertrófica "epilepsia de presencia, epilepsia de identidad." Cuando Baudrillard siente náuseas por la pornografía dura en línea, o los juegos de computadora, o los lenguajes de programación recursivos, o los reality shows de televisión, realmente está sólo expresando un tipo de esnobismo, un prejuicio endémico de lo que Donald Rumsfeld llama "la vieja Europa." Debemos de ser corruptos, parece que está diciendo, pero no tan corruptos. Baudrillard es un defensor del "pensamiento pernicioso, viral, corrosivo en su significado, generativo de una percepción erótica de la confusión de la realidad" (104) -mientras el virus, o el estremecimiento erótico, sea de buen gusto o lo suficientemente refinado. Debemos afirmar la part maudite, nos dice, pero sólo si es la clase apropiada de part maudite, una que no sea muy tosca o vulgar.
16. Por ejemplo -aunque es más que sólo un ejemplo- consideremos el caso de la clonación humana. La clonación es una abominación para Baudrillard, casi tanto como para la Iglesia. Y en casi idénticos campos. La clonación, dice Baudrillard, es una forma de "la exterminación del Otro... Es el equivalente de una limpieza étnica que no sólo afectaría una población en particular, sino que sería una persecución implacable de todas las formas de Otredad" (109). Es la culminación de un largo proceso de objetificación tecnologizada de la carne: "la clonación es, de esta manera, la última etapa de la historia y el moldeo de un cuerpo, que al ser reducido a su fórmula abstracta y genética, el individuo es destinado a la propagación en serie" (Simulacra and Simulation 99). De igual forma, la Iglesia Católica Romana rechaza la clonación porque subordina a los seres humanos a "la lógica de la producción industrial," pues "las relaciones básicas de una persona humana son pervertidas," porque reduce la reproducción sexual y las diferencias sexuales a "sólo un desecho funcional," y porque lo lleva a una situación en la que "algunos individuos pueden tener dominio total de la existencia de otros, al punto de programar su identidad biológica -escogida de acuerdo a un criterio meramente arbitrario y utilitario." Tanto para la Iglesia como para Baudrillard, la clonación es un ejemplo del crimen perfecto, porque representa una negación radical y centralizada de la contingencia humana (del pecado original en un caso, y de negatividad, misterio, otredad y muerte en el otro). Y de igual forma, negando la singularidad de la copulación y el nacimiento, la clonación borra su propio origen, el rastro mismo de que alguna vez ocurrió. La única diferencia sustancial entre la Iglesia y Baudrillard es que él último por lo menos reconoce las limitaciones empíricas de la clonación, el hecho de que "esta duplicación de la estructura del cuerpo no necesariamente supone una persona perfectamente idéntica, entendida en su realidad ontológica y sicológica."[2]
[2] Academia Pontificia para la Vida, "Reflexiones sobre la Clonación,"
http://www.petersnet.net/research/retrieve.cfm?recnum=238.
17. Por supuesto que Baudrillard se enfoca deliberadamente en las resonancias míticas de la clonación, en lugar de sus actuales limitaciones empíricas. Esto siguiendo la estrategia del "pensamiento radical," cuyo valor "radica no tanto en sus convergencias inevitables con la verdad como las divergencias inmensurables que la separan de la verdad" (94). Que, dicho sea de paso, en los términos que he estado usando aquí, Baudrillard está escribiendo ciencia ficción, y por lo tanto no puede y no debe ser juzgado por el criterio pasado de moda de la novela realista. Ahora, tanto la Iglesia como Baudrillard condenan la clonación en base a sus medios inmorales, o más precisamente -en términos Kantianos- en base a que usa al Hombre (o Mujer) meramente como un medio en lugar de un fin. Esto podría llamarse la objeción "real" a la clonación. Pero Baudrillard va más allá, y condena la clonación en base a su final trascendente: su pretensión de conquistar la muerte. "No más muerte: la inmortalidad del clon" tiene su lugar en la lista de horrores de simulación de Baudrillard, justo al lado de "no más otro, no más enemigo, no más depredadores, no más negatividad, no más seducción, no más ilusión, no más secreto, no más destino" (109-110). A esto lo llamaré la ciencia ficcional, o especulativa, de la objeción a la clonación. Incluso si la clonación pudiera ser llevada a cabo a la perfección, sin ninguno de los peligros y limitaciones que nos preocupan hoy en día; e incluso si pudiera hacerse de una manera sensible y democrática de modo que los seres humanos no fueran tratados sólo como un medio: incluso entonces (o en especial) Baudrillard seguiría viéndolo con horror.
18. Debo admitir que, en este respecto, frecuentemente pienso en Baudrillard como si fuera el Capitán Kirk. Episodio tras episodio de Star Trek, Kirk y la tripulación del Enterprise se encuentran en un planeta cuyos habitantes viven una existencia idílica, en una sociedad utópica. Y en cada caso, en violación directa de la Directiva Primera ("No interfieran con el desarrollo de civilizaciones ajenas"), Kirk termina destruyendo la utopía, ostensiblemente, para el bienestar de los habitantes. Pues sin dolor y sufrimiento, la vida no merece ser vivida. La gente necesita de impedimentos, necesitan ausencia y carencia, para estimularlos a un continuo esforzarse y superarse. La dignidad humana depende de la privación. La utopía significa estancamiento, y la total supresión de la part maudite. En el paraíso, Baudrillard dice, "la ironía, el reto, la maleficencia llegan a un final, tan inexorablemente como la esperanza muere a las rejas del infierno. Y es justamente allí donde el infierno comienza, el infierno de la realización incondicional de todas las ideas, el infierno de lo real" (102).
19. William Burroughs, en contraste con Baudrillard, le da la bienvenida al prospecto de la clonación humana. Se regocija en la sola razón que Baudrillard detesta: porque implica una economía de abundancia y multiplicidad, en lugar de una de negatividad y carencia. La clonación es, de hecho, el camino a la inmortalidad, como Baudrillard teme; pero esta es una inmortalidad de diferente tipo. Burroughs nos exhorta a deshacernos del "concepto cansado de la inmortalidad personal... predicado en la ilusión de alguna esencia inmutable e inapreciable que es el viejo YOOOOOO para siempre... La ilusión de una identidad separada e inviolable limita tus percepciones y te confina en el tiempo." La clonación, por otro lado, "es el fin del ego." Abre una vía a la humanidad no-egocéntrica, y permite un tipo de inmortalidad impersonal, "no más identificada con alguna Máquina del Yo especial." Como los Budistas nos dicen, "no hay ego, sólo un proceso de cambio", y la clonación extiende este proceso, en múltiples cuerpos, a lo largo del espacio. Lejos de ser (como Baudrillard lo sugiere) la proliferación cancerosa de lo igual, la diseminación viral de un modelo de simulación, la clonación de acuerdo a Burroughs hace pedazos la identidad, llevándonos "en la dirección de la flexibilidad aumentada, la capacidad de cambio y la mutación última" (The Adding Machine 131-135).
20. Los clones son inhumanos, no se engañen al respecto. Son una jauría, un enjambre, una fuerza militar de ataque. Mirad el desfile de los clones, como Burroughs los describe: "algo falta en estos rostros, algo que estamos acostumbrados a ver. La ausencia es tan discordante como si los rostros carecieran de boca, o nariz. No hay rostro que esté preparado para conocer el rostro que conoce, no hay una imagen propia, no hay necesidad de impresionar o afirmar. Se mezclan en el entorno como rostros en un rompecabezas." La ausencia que Burroughs evoca en los rostros de estos clones es precisamente, para Baudrillard, lo real faltante. Baudrillard desprecia la deconstrucción postmoderna de la identidad, su celebración de multiplicidad y mutación. Todo este juego de "identidad y diferencia," dice, es una fachada para la exterminación radical de la otredad (110). La clonación es simulación: repetición no real. El clon no imita o se asemeja a un ser ya existente. Más bien, por su sola existencia, destruye la anterioridad, asesina cualquier cosa anterior a él. Un mundo de clones es un mundo que ha sido "creado hace sólo unos minutos pero se ha poblado de una humanidad que recuerda un pasado ilusorio," para usar una sugerencia paradójica de Bertrand Russell que Baudrillard cita con regocijo (20). Esto es lo que hace de la clonación un crimen perfecto.
21. Un importante asunto filosófico está en juego en este debate sobre clonación. ¿Debemos celebrar, con Burroughs, Nietzsche, y Foucault, la muerte por clonación del Homo sap, su transmutación hacia nuevas y diferentes formas? ¿O debemos llorar, con Baudrillard y Francis Fukuyama, la muerte de la esencial "naturaleza humana", el fin de una clase de conciencia propia, la pérdida de ese "rostro preparado para conocer el rostro que conoce"? No hay autoridad que nos guíe en esta elección. Aproximadamente, la alternativa está entre el antagonismo dialéctico, por un lado, y la multiplicidad no-binaria, por el otro. Burroughs se imagina a muchachos viriles transmutados en innumerables nuevas formas. Deleuze y Guattari retan la dualidad de la lógica falocéntrica, y nos exhortan a dejar que florezcan miles de sexos. Pero Baudrillard -junto con los Lacanianos, y con algunos Marxistas ortodoxos-considera esta multiplicidad sólo como un nicho de estrategia de mercado. Es un grupo de distinciones irrelevantes: "de diferencias que no hacen una diferencia,[3] y que no tienen fuerza crítica. Los eventos, discursos, sujetos u objetos existen sólo dentro del campo magnético del valor, que sólo exisste como resultado de la tensión entre dos polos: bondad y maldad, falso y verdadero, masculino y femenino" (67). Pero ahora, en el mundo de la multiplicidad postmoderna, que es lo mismo que decir el mercado global, los valores y relaciones se han "depolarizado," de modo que "están empezando a nadar en el indiferenciado campo de la realidad... Todo lo que se mantuvo en una relación fija de oposición está perdiendo su significado al hacerse indistinguible de su opuesto como un resultado del resurgimiento de una realidad que está absorbiendo todas las diferencias y combinando términos opuestos al promoverlos sin reservas" (67). Sin el antagonismo continuado de opuestos, el sistema es dado a la entropía. Y esto es por lo que Baudrillard se encuentra particularmente preocupado por el travestismo, la bisexualidad, y la androginia, así como por los movimientos feministas de los últimos treinta y cinco años. "Mujer y hombre", escribe, "son dos términos incompables" (122). No son ni siquiera iguales en el sentido de opuestos, pues ¨mujer" es, de hecho, más diferente que hombre. Y no sólo más diferente que él, sino más que diferente. El hombre es sólo diferente, pero la mujer es otra: desconocida, ausente, enigmática, antagonista" (119). El feminismo, por lo tanto, es culpable, a los ojos de Baudrillard, de "la exterminación de la femineidad -una terrible alegoría de la exterminación de toda la otredad, por la que lo femenino es la metáfora, y tal vez, más que la metáfora" (111). En esta deconstrucción de la "mística femenina", el feminismo será incluso otro avatar del crimen perfecto.
[3] Estoy pensando aquí en la definición de Gregory Bateson de la "información" como "cualquier diferencia que hace la diferencia."
22. ¿Estoy tomando sólo una aproximación fácil a Baudrillard -o peor aun, aprisionándolo en la camisa de fuerza de "lo políticamente correcto"- cuando incluso insisto en su dudosa política de género? Puedo argumentar, aunque un poco insinceramente, que estoy sólo tratando de demostrar que su posición en los géneros es muy parecida a su crítica general de la multiplicidad, a su insistencia en la dualidad y el antagonismo dialéctico.[4] Pero déjenme adoptar un tono menos enredado y concluir esta charla examinando a fondo lo que podría significar el incorporar completamente el diagnóstico de Baudrillard sobre la simulación y la multiplicidad postmodernas. Quiero regresar, si fuera posible, a la escena del crimen perfecto, y mirar cómo es la vida después del crimen de lo real. Para Baudrillard, "Disneylandia es un modelo perfecto de todas las enredadas órdenes de simulación... Disneylandia está ahí para ocultar el hecho de que es el país "real", toda el "real" Estados Unidos, quien es Disneylandia" (Selected Writings 174-175). Uno podría argumentar (como yo lo he hecho en otros lados) que no hay tal ardid, que nada está oculto, que cada americano sabe que "Estados Unidos es Disneylandia." Pero ¿cómo sería vivir realmente en Disneylandia -o mejor aún, Disney World? ¿Cómo sería vivir en un mundo donde todo es Disney World?
[4] Cierto es que hay feministas que insisten en mantener el estatus privilegiado del género binario, en contra de la afirmación general de la multiplicidad Deleuziana, sin caer el la cansada retórica de Baudrillard sobre la otredad femenina. Ver, por ejemplo, Metamorfosis, de Rosi Braidotti. Pero Braidotti mantiene la dualidad de género por razones específicas de estrategia, no por un compromiso metafísico de algún tipo de dialéctica o dualidad maniquea.
23. La novela de ciencia ficción de 2003 de Cory Doctorow, Down and Out in the Magic Kingdom, nos da una respuesta a esta pregunta. El libro está ubicado en un mundo futuro, que de muchas maneras es la pesadilla de Baudrillard. El narrador nos dice esto de inmediato: "He vivido lo suficiente para ver la cura de la muerte, para ver el surgimiento de la Sociedad Bitchun, para aprender diez idiomas, para componer tres sinfonías, para cumplir mi sueño de niño de vivir en Disney World; para ver la muerte de los lugares de trabajo y del trabajo" (7).[5] El mundo de la novela, la Sociedad Bitchun[6], es predicado no sólo en la muerte del trabajo y los lugares de trabajo, sino también en "la muerte de la escasez, la muerte de la muerte" (96). Ha conseguido lo que Baudrillard llama la "solución final": ha eliminado todas las formas de negatividad. Ya que cada bien material concebible está disponible en abundancia, no hay una labor obligatoria, y no hay dinero. Ya que el canal está directamente conectado al cerebro de todos, no hay distancia ni intervalos de tiempo, sólo transparencia total. Si alguna vez te has sentido deprimido o de malas, puedes solucionarlo fácilmente ajustando los niveles de tu neurotransmisor. La muerte misma ha sido sobrepasada, porque la gente respalda sus recuerdos en intervalos regulares y descarga la información cuando es necesario, a nuevos cuerpos clonados. Si de alguna manera mueres, o si te enfermas o te lastimas, o incluso si sólo te sientes un poco cansado, puedes clonarte y de este modo obtener una salud perfecta, en un cuerpo fresco, de la edad aparente que desees. El único desperfecto en este proceso es que tu nuevo "tú" no recuerda nada de lo que ha ocurrido después de la fecha de tu último respaldo; pero puedes llenar el tiempo en blanco con la ayuda de "varios terceros POVs," como los videos de vigilancia, los "recuerdos sintetizados" de otras personas, e incluso "en un volar a través de eventos cruciales generado por computadora (35). Y si estás realmente cansado de tu vida, puedes tener un pase, o ir al almacenamiento profundo, para ser revivido años, décadas, o incluso siglos después, o cuando cierto criterio preestablecido haya sido cumplido. En un mundo así, "la gente vive de un modo imprudente"; pues saben que en cualquier momento pueden ser "restaurados" si algo malo sucede (32). Sin embargo, hay un conflicto evidente en la Sociedad Bitchun; la mayoría del tiempo la gente coopera espontáneamente. En la ausencia de dinero, la riqueza es medida en Whuffie, que es algo así como un promedio de peso de tu reputación entre tus congéneres. Todos están evaluando constantemente a los demás, y el resultado es continuamente actualizado en tiempo real. En corto, Doctorow imagina una sociedad en la cual muchas de las utopías de la última década sobre tecnología bio-, nano-, y digital se ha convertido en realidad. En los términos de Baudrillard, esta es una sociedad en la que el crimen perfecto ha sido ya cometido. Lo real ha sido exterminado, y no ha quedado un solo rastro de su muerte.
[5] Pienso que esto se alínea con "Llámame Ismael" y "Puedo sentir el calor acercándose..." y "Un grito llega cruzando el cielo" y "Nací en la casa que mi padre construyó" como uno de los grandes pasajes en la literatura norteamericana.
[6] Así nombrada, supongo, por la apenas rancia y fuera de moda palabra coloquial bitchin'.
24. Suficientemente apropiado, como su título sugiere, Down and Out in the Magic Kingdom está situado casi completamente en Disney World. El narrador es un "miembro del equipo" también conocido como un "ad-hoc"; pasa sus días como voluntario en la Mansión Embrujada, "discutiblemente la atracción más cool que haya salido de la febril mente de los antiguos ingenieros de Disney" (27). En la Sociedad Bitchun, Disney World es tomado como el pináculo del logro estético, la más grande realización del espíritu humano. En un mundo de abundancia, donde todo se obtiene fácilmente, la gente tiene un apetito insaciable por la simulación. Disney World siempre está "atascado de invitados felices, brillantes y alegres y listos para un día de diversión constante e hipermediatizada" (118). Realmente no hay nada más que hacer.
25. Doctorow no socava su juicio sobre Disney World con ironía barata; lo presenta en sus propios términos, como algo dado. Baudrillard escribe que ¨la ironía es la única forma espiritual del mundo moderno, la cual ha aniquilado todas las demás", y añade que esta ironía "es una función objetiva, de aquel mundo objeto artificial que nos rodea, en el cual la ausencia y transparencia han alcanzado tal punto que incluso esta ironía objetiva ha dejado de funcionar. En cambio, la novela está permeada de un sentido sutilmente espeluznante de efusiva sinceridad y el deseo de agradar. Todos los personajes en el libro muestran una suerte de afecto empantanado; una calidez distante e impersonal, aliviados de cualquier indicio de tragedia, o incluso ansiedad. La infelicidad es patologizada en la Sociedad Bitchun; esto significa que no es tomada en serio. Cualquiera que persista en su miseria -como el narrador mismo hace en un punto del libro- es considerado de la misma manera en que consideraríamos a alguien que se queja incesantemente de un dolor de cabeza, pero se niega a tomar una aspirina. Los miembros del equipo en Disney World "no pueden evitar el ser amigables" (98), tienen un estilo de alegre amabilidad... y una inmediata disponibilidad" (22). Algunas veces personas mayores, incluyendo al narrador, quienes nacieron antes de que la Sociedad Bitchun se fundara, se quejan de que "ya no hay fuego en las (jóvenes) generaciones... No hay mucha pasión" (77). Y nosotros, los lectores, somos proclives a sentirnos de esta manera también; es la astuta forma de Doctorow de proveernos de una perspectiva externa de su narrativa. Pero la queja es simplemente ininteligible a aquellos que han crecido con la Sociedad Bitchun, y pasado sus vidas enteras en Disney World.
26. Nada de esto significa, sin embargo, que la Sociedad Bitchun esté libre de tortuosidad y conflicto. La competencia por Whuffie puede ser bastante acalorada. De hecho, la trama de Down and Out of the Magic Kingdom gira hacia la disputa del narrador con otros ad-hocs sobre cómo manejar, y como y porqué actualizar, los paseos en Disney World. Aunque "el punto de la Sociedad Bitchun era ser más respetable que el siguiente ad-hoc, para triunfar con méritos, no con engaños," este último es más la regla que la excepción, incluso incluyendo "asesinatos y cualquier cosa que se le parezca" (83-84). Y es aquí donde la novela escenifica su propia versión del crimen perfecto. Julius, el narrador, es asesinado tempranamente en el libro; revivido de un respaldo, pasa el resto de la historia buscando en vano pruebas de que Debra, su rival en Disney World, es la asesina. Y resulta que sus sospechas son justificadas: pero Debra no puede ser declarada culpable porque, después de desencadenar el asesinato, ella "también ha sido actualizada de un respaldo -sin memoria del evento" (196). Así que, es un asesinato en el cual la víctima no está muerta, y el perpetrador no es culpable. Julius no puede siquiera recordar ser asesinado; sólo lo sabe de oídas, y por verlo en un video. Por su parte, Debra reamente nunca lo hizo porque -en términos de su memoria y su identidad personal- ella no es la misma Debra que planeó el crimen. ¿Debemos decir, junto con Baudrillard, que esta trivial evacuación de sentido, esta negación de la fatalidad, sólo agrava el crimen? ¿O más bien decir, junto con Nietzsche que "con esto sólo es la inocencia de volverse restaurado"?
27. "Aunque las consecuencias de un crimen son interminables," dice Baudrillard, "no hay ni asesino ni víctima... El secreto, al final, es que los dos se fusionan." Para Doctorow, por el contrario, la víctima y el asesino nunca se fusionan; y aun así las consecuencias del crimen son tan pequeñas que se desvanecen, y se hacen incluso más pequeñas al paso del tiempo. Esto funciona tanto para el crimen perfecto mostrado en la novela, como para el crimen perfecto que la Sociedad Bitchun es en su totalidad. La Sociedad Bitchun se ha deshecho de tales realidades maléficas como "la muerte, morir de hambre, congelarse, pelearse, matar, la crueldad y la ignorancia y el dolor y la miseria" (11). Pero en el proceso de obtener esto, ha creado un mundo de personas gorjeantes, en exceso optimistas (Pollyanic) (80), quién no puede recordar (o nunca supo) "cómo el dolor hizo del gozo algo más dulce" (11). Esto, pienso, es lo que el crimen de lo real viene a ser para Baudrillard. Por su parte, Doctorow está plenamente consciente de los costos de la transacción. Pero difiere profundamente de Baudrillard, en que se rehusa a condenar tal intercambio anticipadamente. Y esto es lo que realmente digo al enunciar que, para Doctorow, las consecuencias del crimen perfecto son tan pequeñas que se desvanecen. Todo está cambiado, y aun así todo permanece intacto. En la Sociedad Bitchun, como en el mundo en que vivimos ahora, la gente se aburre y se frustra, y siente la necesidad de cambiar sus vidas, y algunas veces incluso decide sólo salirse de todo. Si acaso, tales sentimientos serán mucho más comunes en la Sociedad Bitchun de lo que son ahora, porque nadie se distraería de ellos por cosas como la pobreza y la enfermedad y el miedo de que los escuadrones de la muerte pudieran aparecerse en la puerta de tu casa en cualquier momento. Doctorow, de hecho, desmitifica la hiper utopía de los verdaderos creyentes de las mejores y más recientes tecnologías; y al hacerlo, también desmitifica la amenaza distópica de que es un simple reflejo de ese engaño. La descripción de Doctorow de un futuro desilusionado, hipertecnologizado no es muy diferente del de Baudrillard; lo que difiere es su evaluación de ese futuro, o mejor dicho, los obstáculos para hacer esa evaluación.
28. Me gustaría concluir con un breve saludo a Emmanuel Levinas, quien también (y mucho antes que Baudrillard) teorizó sobre el crimen perfecto. Cada acción en el mundo deja rastros materiales a su paso: huellas en la arena, huellas en el arma homicida, palabras y oraciones en un libro, unos y ceros en el disco duro. Estos rastros empíricos son señales; apuntan a algo que se ha ido, pero ellas mismas están presentes, son parte del orden del mundo. En contraste, lo que Levinas llama un Rastro (con R mayúscula) real es no presente y no empírico. Pues "perturba el orden del mundo. Ocurre por sobreimprimir. Su verdadero significado es trazado, por ejemplo, en las huellas dejadas por alguien que quiso borrar su rastro y llevó a cabo un crimen perfecto. Aquel que ha dejado rastros al borrar su rastro no ha querido decir o hacer absolutamente nada por los rastros dejados atrás. Ha perturbado el orden de una forma irreparable. Pues ha desaparecido absolutamente" (Basic Philosophical Writings 62). Este desaparecer absoluto, irreparable, esta perturbación absoluta de lo real en la no-existencia de cualquier rastro empírico, es la paradójica marca -la firma- del crimen perfecto. Y esto no de la manera de las señales diferenciales de Saussure y el estructuralismo; no está gobernado por lo que Baudrillard llama "la regla simbólica del intercambio" (31). Pues no puede ser intercambiado por, o en contra de nada más; no puede ser circunscrito por lo negativo. Más bien, persigue precisamente el letal "ultra-positivismo" (113), la obscena transparencia que Baudrillard identifica como la característica definitoria del posmodernismo. El crimen perfecto siempre ha ocurrido, el mundo está virtualmente siempre listo. El desastre arruina todo, al tiempo que deja todo intacto.
El texto se reproduce aquí con la autorización de su autor. Vale la pena visitar su página personal, llena de un sin fin de herramientas teóricas:
Este texto, cuyo nombre en inglés es Returning to the Scene of The Perfect Crime, Or, How I Learned To Stop Worrying and Love the Virtual, puede ser encontrado en la página Scholarly Articles (in pdf format) y aparece en trabajos no publicados más que en la red.
La foto del autor (la primera en orden de aparición), fue arrastrada desde el sitio mismo de Shaviro.
Steven Shaviro es doctor en filosofía por la Universidad de Yale. Tras unos años de ejercer su magisterio en la Universidad de Washington, ahora reside en Detroit, MI y es profesor de Inglés en la Universidad Estatal de Wayne.
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