©2009, Ana Delia Carrillo |
El primer acercamiento que tuve con la literatura de Philip K. Dick ocurrió tarde en mi vida. Y fue un poco accidentado debido a que, de entrada, la opinión que se tenía de él a mi alrededor era una de admiración a gran escala. Muchos escritores cercanos reconocían sin reparos la influencia de Dick en sus trabajos, y como es natural, las expectativas eran bastante altas. Después de varios intentos fallidos, finalmente me atrapó, pues debo reconocer que lo que encontré no me decepcionó en lo absoluto. Sin embargo, hubo algo que llamó mi atención de inmediato: sus personajes femeninos. Y es que, hasta ahora, dentro de la breve galería de sus personajes, no hay uno solo que no sea detestable, por decir lo menos.
Las mujeres en la obra de Dick son invariablemente poderosas, lo que en sí, no implica problema alguno. Son las actitudes que toman ante ese poder lo que las convierte en una suerte de tiranas. Son mujeres de belleza exterior, pero que interiormente no tienen nada rescatable: engañan, humillan y destruyen sin contemplación alguna.
No puedo evitarlo, hay algo en las mujeres de Dick que me molesta, que me incomoda. Por eso, a lo largo de esta semana, y por entregas, estaré comentando sobre ellas.
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Hace 2 años
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